MAITE IBÁÑEZ SALVADOR LUNA |
¿Adónde te escondiste y me dejaste perdida? Huiste por las montañas, dejándome herida. Vuélvete Luna que la noche asoma, la soledad te añora y el viento te canta. La noche callada, el agua cristalina y el viento de tramontana, hacía la noche callada, extraña. Nadie te miraba, seguías en la soledad allí me mostrarías lo que mi alma ha pretendido. Y luego bailarías allí, tú, junto a la sombra de un árbol, con tu falda de cristal, como en aquella hora fulgurante. |
Tenía once años cuando iba a un colegio de mi ciudad. Todavía siento el aroma de las calles, las casas y las iglesias.
Recuerdo con melancolía cuando llamaba a mis padres. Las palabras cariñosas y severas, las manos lavadas, los vestidos limpios y las buenas costumbres.
Había que cumplir unas normas para que la vida fuera perfecta.
Una tarde después de clase, iba paseando con una compañera, cuando se acercó
otra mayor que nosotras, una niña maleducada, grosera, hija de una prostituta y de
un alcohólico.
La vieja calle, el agua sucia del río y la compañía prohibida de Sara, me asustaron.
EL CAMINO
Hablo a los árboles,
a la lluvia y a las plantas.
Cuando paso
se fascinan
si les canto
contemplando
la lluvia que cubre
el prado.
¡Árboles, plantas, pájaros flores!,
no dejéis de escucharme; sin vosotros
¿cómo podría hablaros?
sois vosotros los
que calmáis mi llanto.
“A MI POETA”
¡Tienes que salvarte!
Buscaré quien te pueda sanar.
No quieras enviarme
esos momentos pasajeros,
que no saben cuanto deseo.
¡Oh, monte sin fronteras!
Marcharé por las orillas
,
buscaré la noche serena
que calme esta angustia
Mira las montañas,
entra en su profundidad
sin miedo, a la noche, sereno,
Detente en el valle,
aguas, ríos y fieras salvajes
te esperan
para ayudarte a sanar.
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