sábado, 25 de agosto de 2007

FERNANDO PASTÉN Y SEÑORA

Debo manifestar una rabia feroz porque Fernando Pastèn y su esposa deja-
ron de pertenecer a la Sech. Pienso que no fue valorada su faena como cuidador, aseador, mandadero, verbo auxiliar, en la Casa del escritor.
Hace cuarenta y tres años vi llegar a la Sech a un matrimonio joven a trabajar. Fernando y yo tenemos la misma edad (en ese tiempo, 24 años)
Ydesde entonces lo tratè siempre como a una persona respetable, transformàndose luego en un gran amigo, no sòlo de quien escribe sino de todos los poetas y escritores. Se le querìa grandemente. Pese a su condiciòn humilde, era y es un caballero en todo el sentido de la palabra. Siempre atento. En los años que estuve realizando recitales de poetas mujeres, èl estaba presente con su enorme voluntad, ordenando sillas, limpiando el escritorio, colocando vasos con agua, y colaborando con entusiasmo en los eventos.
Fernando Pastrèn forma parte de la familia poètica, trabajador, limpio, afable, buen individuo.
¿Por que se tuvo que ir? Conversè con èl: "Hace meses que me deben una plata. Tampoco me quieren aumentar el sueldo. ¿Y sabe? Aquì hay mucha prepotencia... Los directores se creen dioses, lo mandan a uno como si fuese esclavo..."
Le dije: no se vaya, Fernandito, tenga paciencia. No hay cabeza que no ruede en este mundo... No se vaya...
"Sabe, Carlitos? cuando haya otra directiva, si me necesitan y me llaman,
yo me vengo a trabajar encantado porque aquì, despuès de 43 años, yo me siento integrado a ustedes, los que son caballerosos y respetuosos, y le aseguro que, aparte de Ud, son re-pocos los que se salvan ahora..."
Lo vi ordenar sus ropas, vestones, frazadas, tambièn su esposa afanada en meter sus cosas en cajas de cartòn, sì, estaban allì, empaquetando sus cositas, mientras los ojos se me inundaban salì de la Sech, ya no quise seguir vièndolos arregar y embalar sus pertenencias.
Sentì gran pena. ¡43 años! Una vida tirada al tacho de la basura...
Observè a la gente que transitaba por Vicuña Mackenna y terminè asegurando que desde los primeros tiempos, los hombres con poder nada valen ante la grandeza de unas manos trabajadoras como las de Fernando Pastèn... y las de millones de trabajadores como èl que un dìa nunca pensado terminan injustamente arrojados de sus labores...
Es una realidad que apesta, enferma, duele...


Carlos Ordenes Pincheira


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