EL SUEÑO DE LA DONCELLA
Por la ventana ha entrado un hombre muerto,
blanca la sien y en sombra desvelado,
mientras la luna -ciega- se ha ocultado
bajo las luces más allá del huerto.
A la doncella toma en cuerpo abierto
y la corteja con su brazos helados.
Sueño del agua, sueño del amado
en este engaño en que todo es cierto.
El cielo entero goza y se estremece
cuando en amor disfruta que la bese.
Como una brisa queda deshojada.
Despunta el día. Ella se ha dormido.
Todo en su alcoba se ha desvanecido
menos la roja huella de una espada.
ATARDECER
Desciende el sol y entre sus rayos trae
el antiguo silencio de una estrella.
Con su carreta de mortaja en ella
la que contiene el peso de esta nave.
Bajo su tez helada está la llave
que abre el misterio de la luz aquella.
Seguimos navegando: ¿hacia qué huella?
¿Desde cuál oquedad? Nadie lo sabe.
Sobre la noche solo queda el brillo
arrodillado ante una hoja muerta,
junto ala alianza leve de un anillo
o al umbral transitorio de una puerta
cuando al caer el sol como un cuchillo
trae en sus rayos una estrella abierta.
INFANCIA
Río que transcurre
reglando en cada instante una sorpresa.
El asombro de ser su navegante
y descubrir en el viaje
las riberas con olor a huerta.
Transitar por los bordes,
cuando la arena cede
bajo los pies descalzos.
Y siempre allí sus aguas
quietas tormentosas
turbias transparente
A menudo sueño con las aguas de mi infancia
remansos refugios molinos
aguas sombrías,
pequeñas naves te recorren,
buscan huellas de puentes levadizos,
torreones en bruma
oxidados de arena.
En ellas los hombres reflejan sus miserias
Las transformó mi infancia
en las más claras vertientes.
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