viernes, 14 de diciembre de 2007

LEONORA VICUÑA

NADIE AMA A NADIE

a Martine David, en esa Lyon desencantada

Nadie nos ama Martine.
Nadie ama a nadie.
Y tú sueñas con una muerte infantil,
un entierro en que todos te lloran
cuando viajas en trenes de bruma
en esta Francia de la soledad y la soledad.
Yo te digo que una vez tal vez amamos
cuando en la noche se enciende la brasa parpadeante
de los sueños
como un tejido de agua y viento,
o cuando algún desconocido sonriendo sobre el puente
alumbra con una mano transparente y abierta
todo el cielo que nos desborda.

Triste vivir en las ciudades Martine.
Triste el futuro deshilachando lentamente nuestras cabelleras.
Y saber que no hubo más libertad que la imaginaria
ni más amor que el de los cuentos de la infancia.

Soledad y soledad.
Oficio de silencios.
Masticar estas horas duras como panes
quemándose sobre un mantel desierto.
Y la loca manía de mañanas diferentes.
Y la sed invisible de Aventura y Vida.
¿Qué hacer?
¿Seguir de viaje con los brazos cargados de sueños
zurciendo pesadillas que nos ciegan diariamente?
¿Bajarse en alguna estación sin tiempo?
¿Desandar lo vivido?
¿O continuar con la tenue esperanza de otro cielo,
otros rostros
otras claridades?

VIGILIA

Tanta memoria para nada
para enloquecer oyendo pasos
que van y vuelven sobre sí mismos
por viejas ramblas abandonadas

Para siempre
La misma
Eterna campana
Y esa columna de humo allá lejana
Y las eternas lágrimas sobre las almohadas

Tanta memoria para la sombra
Cuando los espejos duermen
Y las puertas están cerradas

Otra vez
Otra vez esos pasos que vuelven
como lentas perdidas campanas
Como si nunca hubieran sido
Por viejas ramblas abandonadas
Oficio de bruma esta vida cotidiana
Y tú y yo
sentadas en un vagón como dos huérfanas
"en medio del camino de nuestra vida"

somos dos pájaras
de ojos desmesurados
atentas al perpetuo presente

Tú y yo Martine,
en esta Francia de la soledad y la soledad
nos miramos a los ojos en silencio y sabemos sin siquiera conocernos
que seguirán nuestros brazos remando
hacia los Paraísos que nos quedan por perder,
hacia el amor parpadeante que nos queda por alumbrar
aunque seamos dos náufragas solitarias
perdidas en medio de la gente,
aunque la muerte con sus ojos de relámpago
tenga en sus manos nuestras insignificantes vidas
y aunque nadie nos ame.

Porque nadie ama a nadie
en esta tierra de la soledad y la soledad.

LEONORA VICUÑA

Obra Poética:

1 comentario:

Diego de la Noche dijo...

COMENTA: CARLOS ORDENES PINCHEIRA

El Rayo y la Espuma forjaron el nacimiento de esta gran exponente lírica. No podía ser de otra manera.

Los robles siempre serán robles.

Imposible otra música para tan digna artista del verbo.

También heredó la maestría del soneto. Leonora Vicuña Navarro es la prolongación de la calidad, belleza y ternura de sus padres. Los habitantes del bosque le dan la bienvenida.

Es una gran poeta por la gracia infinita de la Naturaleza...